Aprendí de

Séptimo descubrimiento:
«Hay siete consejos para ser feliz»

Chico, no duermes, ¿verdad? Escucha el primero. En la vida lo más importante es saber decir no. Apúntalo, que no se te olvide.

Mi primer compañero de habitación.
El señor Fermín (76 años)
05.12 de la madrugada

Ciertamente, este consejo me lo dio un hombre mayor con el que compartí mi primera habitación de hospital. Era una habitación de seis personas; luego, más tarde, entraría en las de dos personas. Me lo dio una madrugada. Las madrugadas unen tanto que hacen que te atrevas a confesar deseos y sueños inconfesables. Más tarde llega el día y con él… con él… A veces el arrepentimiento.

El señor Fermín era un hombre asombroso: había tenido treinta profesiones, tenía setenta y seis años y una vida llena de anécdotas increíbles. Para un chaval de catorce años que ingresaba por primera vez en un hospital, aquél era el ingresaba por primera vez en un hospital, aquél era elespejo donde quería reflejarme, el destino que deseaba y que no estaba seguro si conseguiría lograr. Me apasionaba ese hombre. Era pura fuerza.

Siempre comía naranjas; le encantaban las naranjas. Olía a cítrico. Durante las siete noches que compartí habitación con él, me contó consejos para tener una buena vida; él los llamaba consejos para conseguir la felicidad. Cada consejo iba unido a una explicación de una hora de duración, con ejemplos gráficos. Los asistentes a aquellas clases de vida éramos un amigo pelón canario manco y yo (que más tarde sería cojo). Sus disertaciones eran muy amenas, muy divertidas. Él nos obligaba a apuntarlo todo, creo que pensaba que en muchas ocasiones no nos enterábamos de casi nada. Y era cierto; yo no me enteré de casi nada, pero aquellos garabatos con letra de un adolescente de catorce años me han servido el resto de mi. Él nos hizo prometer que jamás explicaríamos los siete consejos a no ser que sintiéramos próxima nuestra muerte.

Los dos lo prometimos, aunque negociamos (éramos adolescentes, a esa edad se negocia todo); nos parecía difícil guardar esos secretos. Fue un toma y daca duro, pero al final nos permitió que contáramos uno. Y éste es el que te El que te relataré fue el primer consejo que nos dio. Lo escuché el primer día de hospital de mi vida. Es un recuerdo con olor a naranja. Me entusiasma que los recuerdos.

Nos pidió que nos sentáramos, nos miró a ambos y nos dijo: «Apuntad, hay que saber decir no en esta vida». El chico canario y yo nos miramos; no entendimos nada. ¿Decir no a qué? Y aún más: ¿por qué había que decir no, con lo genial que es decir sí? A partir de ahí, al igual que durante los seis días posteriores, nos dio una gran explicación sobre por qué había que decir no. Yo apunté lo siguiente:

• No a lo que no deseas.

• No a lo que todavía no sabes que no deseas pero que

• No por compromiso.

• No si sabes que no podrás cumplir.

• No al exceso.

• Y sobre todo: ¡¡¡no a ti mismo!!!

Creo que el no a ti mismo debía de ser el más importante porque nos obligó a ponerle muchos signos de admiración. Al lado de la última admiración hay incluso una mancha de gajo de naranja (o ésa es la sensación que me da a mí). A veces lo que uno desea es tan intenso que se hace realidad.

Al día siguiente de darnos el séptimo consejo murió. Fue una muerte de esas que marcan: nos da siete consejos para ser feliz y se muere. Tanto el canario como yo nos dimos cuenta de su legado. Decidimos hacer un pacto: no perder jamás aquellas notas, y cuando las entendiéramos ponerlas
Durante años olvidé esos consejos para ser feliz. Esa lista póstuma contenía, aunque yo no lo sabía, las reglas de la felicidad. Poco a poco, las fui comprendiendo, las fui interiorizando.

Puedo asegurarte que he dicho no a muchas cosas en mi vida; no a cosas cuando estaba en el hospital y no a cosas cuando estaba fuera de él. Jamás he sentido que un no debería ser un sí. Pero está claro que cuando decides que no y estás seguro de ello, el acierto está casi asegurado.

A veces, tengo ganas de que mi muerte llegue para poder contar los seis restantes. Mi amigo el canario ya tuvo esa suerte; murió seis años más tarde y con una sonrisa en los labios me comentó que se lo había contado a tres personas más. Era un tipo genial, que hablaba poco; creo que las
palabras están demasiado valoradas.

Lista delos noes:

1. Debes saber decir no.

2. Los noes deben aplicarse a cosas que deseas, que no deseas, que sabes que te sobrepasarán y también a ti.

3. Los noes tienen que ser aceptados. No dudes de ti; si diste un no, confía en ese no.

4. Disfruta de esos noes tanto como de los síes. Un «no» no tiene por qué ser negativo, puedes gozar tanto de él como gozas de los síes. Puede darte alegrías, puede tender los mismos puentes. No pienses que te estás negando algo sino que te abres caminos para otros síes.

Lo último que apunté en la libreta fue: «No lo dudes, el no te traerá muchos síes». Con catorce años no entendí nada, con treinta y cuatro ya le he dado un sentido. Deseo llegar a los sesenta para ver qué nuevo sentido cobra todo lo que me contó. Cada año que pasa, la lista de los siete consejos cobra otro sentido, otro cariz. Es lo bueno de la  edad: lo transforma todo. Creo que es lo apasionante de cumplir años, de hacerte mayor.

Por ello, cada año reviso aquellas notas, para sacar más y más jugo a los siete consejos que dan la felicidad. Disfruta del primero. Uno de siete no está mal.

Albert Espinosa. El mundo amarillo.

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